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jueves, 4 de febrero de 2016

DOBLE VIDA.

No sabe  cuándo ni cómo le dio  por allí. "Pasó, y pasó".

No quería que  le hiciera  preguntas sobre  esos  oscuros pozos de inmundicia que anidaban en su corazón. Llevaba una doble  vida  hipócrita , escindida,  desde hace años, y era tiempo de abrir balcones y ventanas y tirar  todos sus secretos  a la calle.

Tenía escondidas en el armario de su despacho en el estudio de arquitecto una extensa colección de películas porno gay.

- No soy marica - me dijo. pero necesito que alguien las tire todas al contenedor. Tú eres  la única  persona de la que me fío.

Tampoco le iba a preguntar su condición sexual a  estas alturas. Estaba casado, con hijos. Le habían diagnosticado una enfermedad terminal. En principio aguantó , a ver cómo  se desarrollaba  ese cáncer, pero la vergüenza pudo más que  su sensatez. Y ahora debía desprenderse de  todas esas películas para ahorrar a su esposa e hijos  el disgusto póstumo de encontrar en los siempre bien ordenados armarios de su despacho, demás de los tomos de Aranzadi, el conocimiento del carácter  obsesivo de su padre. 

Me llevó a  su despacho y me dio la llave del mismo, y la de los armarios del Remordimiento: una abigarrada, inmensa  y explícita colección de  películas en  decenas de baldas.

- Me las devuelves , por favor, cuando hayas tirado todas al contenedor. Yo no me veo capaz.

No me acostumbro. Otra vez la triste y sorprendente experiencia de abrir el armario y caer un cadáver a plomo sobre la alfombra.

Me han    comunicado que  falleció hace unos  días.

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AQUÍ: EN LO SECRETO: BUEN HUMOR


6 comentarios:

  1. Dios, Suso, pero por qué te gustan tanto estas historias? Es morboso...

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  2. ¿Con cuántas te quedaste, cochinote?

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  3. ...que todos son de su condición.

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  4. A mí no me parece morboso, como dice la anónima de las 15:41. Me ha impresionado mucho esta historia, porque esas películas ocultas tras los libros en el armario cerrado con llave son una metáfora de las vergüenzas inconfesadas que todos escondemos en el trasfondo de nuestros corazones, y que no nos atrevemos a tirar al contenedor porque llega un momento en que las tenemos tan adentro que han pasado a formar parte de nosotros. Como todo el mundo, yo también porto la mía. No pasa un día sin que piense en ella, y a veces me atormento con la idea de si de verdad ocurrirá que, cuando me llegue el momento, mi último pensamiento estará dedicada a ella. ¡Una vida entera para luego acabar así! Confío en que no, pero la verdad es que vergüenza y tormento me acompañan cada día. ¿Alguien sabe dónde está el contenedor de las vergüenzas? ¿Será el perdón ese contenedor de las vergüenzas? Pero como dijo el personaje de Dostoievski: "¿Se atreve usted a perdonarme?" ¡Quién se atreve a olvidar ofensas!

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  5. No entiendo para qué quería tener un arquitecto en su estudio los tomos del Aranzadi que son más propios de un abogado. Sí que tenía aficiones raras el hombre !!

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